Archivo mensual: abril 2017

El híbrido

A las ocho de la mañana toda la ciudad parece sacada de una de esas fotografías antiguas, casi de tiempo de preguerra. El gris dominante se mezcla con los últimos colores del otoño y las fachadas comienzan a abrir sus grandes ojos amarillos. Los adoquines mojados reflejan la poca luz que el cielo, siempre encapotado, permite. Pequeñas impresiones de tiendas cerradas, árboles semidesnudos y transeúntes adormilados. Esta ciudad a veces parece un hogar, pero otros días parece algo tan ajeno que uno ya no sabe donde refugiarse: es entonces cuando aparece el deseo de volver al país que se dejó, imaginando que allí todo ha quedado detenido en el tiempo. Y de pronto, el miedo. Ya nada será lo mismo, porque uno ya no es el mismo.

Cuando se es incapaz de distinguir si se habla en español o alemán, cuando se vive, se sueña, se ama y se piensa en dos idiomas, cuando se integra otra cultura, otro cielo, otras ocho de la mañana, uno se da cuenta de que se ha convertido, imperceptiblemente, en un híbrido. Se levanta una mañana y de repente, como Gregor Samsa, se da cuenta de que ya es otra cosa, que se ha transformado e intenta mover sus patitas y ponerse en pie con miedo a abrir la puerta, a que le vean los otros.

El Híbrido sabe que no pertenece a ninguna de sus dos naturalezas, que es algo en el medio, algo extraño. Espera, una vez ha asustado al personal con su apariencia y su lenguaje también incomprensible, a que le pasen la comida por debajo de la puerta. Si se viste adecuadamente, a veces pasa por un individuo «normal» de alguna de sus dos identidades, pero en cuanto abre la boca los unos le dicen que es mucho de los otros y los otros le dicen que es mucho de los unos.

El Híbrido da un sorbo a su café ya resignado a ser un apátrida, a no pertenecer a ningún lado, a sentirse siempre fuera de lugar. Así que esta mañana de final de temporada se esconde bien en su abrigo y no habla, para no levantar sospecha.

 

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